Vino. Microrelatos.

Vinos. Microrelatos.

Ella.
Ella sonreía para si misma mientras el vino acariciaba sus memorias, como cómplices de secretos, saboreando el pasado en la piel.

Vida.

El vino lo acompañó en su viaje por la vida, evocando recuerdos de su padre y sin poder evitarlo simplemente sonrió brindando por la vida.

Recuerdos.

Y bebió la felicidad de un delicioso trago, aromas, besos, risas, pasaron por su cuerpo con la memoria del pasado y la promesa del futuro.

Salud.

Con un desenfrenado “salud” se miraron a los ojos y a carcajada abierta continuaron una noche llena de historias.

El árbol de los cuentos.

EL ÁRBOL DE LOS CUENTOS

 

 

– ¡Es la hora de dormir!

– ¿Y me vas a leer un cuento?

Claudia 7 años.

 

 

Las letras se acomodaron de forma especial dentro del libro esa noche, contaron la historia de la niña y de las estrellas y muy calladitas escucharon al reloj dar las 10 y con ojos bien abiertos sintieron los dedos de Claudia acariciar la portada con el anhelo de aventuras para esa noche.

La luz de la luna llena iluminaba el jardín y la lechuza dio aviso de que por fin la niña se acercaba, todos la estaban esperando ya, todos parecían darse cuenta, menos ella, que con su camisón flotando al aire y descalza se acercaba a su viejo amigo el árbol. Inclusive su madre que dormía en la habitación contigua al jardín parecía mas dormida entregada a la profundidad de la noche. Y el silencio le dio la bienvenida, Claudia trepó por la cuerda al árbol, que sin que ella se diera cuenta, estrechó sus ramas, para hacer que la subida fuera gentil y ella pudiera acomodarse entre ellas para disponerse a leer.

Los grillos sigilosamente se acercaron encontrando su nicho, las hormigas hacían pausa, y la lechuza vigilaba desde su puesto que nadie fuera a interrumpir el relato de aquella noche de historias.

La niña respiró el aire fresco y comenzó con suave voz a leer; las estrellas hicieron su parte, la noche absorbió su voz llevándola hacia estrellas lejanas las historias y el árbol se sintió amado.

Nuevas aventuras se estrenaban en el libro cada noche, empezando por los cuentos de su libro favorito y continuando con las aventuras que solo los sueños saben contar, las letras se acomodaban para siempre sorprender a la niña con algo nuevo.

 

El libro era el comienzo de todo, la llave para extender las alas y vivir mil vidas en una noche para luego amanecer y seguir sin perder la secreta esencia de lo que pasó la noche anterior, luego amanecer y  seguir sin perder el secreto sabor  de todo lo que sucedió.

Así aprendió a abrir puertas para nunca sentirse sola y a volar en su fantasía mientras hubiera cerca un libro con el cual viajar, pero ese era su favorito.

 

La gente en ocasiones preocupada por la niña le preguntaban si no prefería mejor salir a jugar y fue entonces cuando  ella salió por primera vez al misterio de la noche y descubrió al árbol perfecto en el cual se podía acomodar y cerca de una lechuza leer sus cuentos, entonces ella esperaba a que todos durmieran para salir con su linterna al jardín y contarle a su nuevo amigo el árbol las historias del momento.

La noche negra sonrió al escuchar la voz de la niña por primera vez y ver al árbol que en su infinito silencio y paciencia amó a la niña por romper su soledad, mientras ella se ponía cómoda entre sus ramas.

Las estrellas brillaron mas para que las letras se acomodaran en las páginas y ella pudiera leer.

 Y así las estrellas, el árbol y la noche tejieron cobijas de luz para que la pequeña subiera y bajara del mundo de los cuentos suavecito y la cobijaban con el aroma de la noche agradeciendo sus historias.

 

El tiempo pasó y mil historias fueron contadas al silencio de la noche, Claudia creció, viajó, se hizo mujer, pero ese árbol, sigue dentro de ella, el libro y ella terminaron siendo uno mismo y ahora las letras las lleva ella en su imaginación para salir propulsadas por las teclas de una computadora, algunas noches de silencio apaga la luz y escribe con el afán de invocar los ojos de la lechuza y es cuando  el amor de su árbol la abraza y nuevas historias nacen al resplandor de las estrellas.

Mucho tiempo después la que era niña supo que esa cuerda que tan misteriosamente apareció en el árbol fue colocada por su madre, quien mas de una vez, fue testigo de los cuentos junto con la noche y las estrellas.

 

¡Y Los Limones de Dónde Vienen?

Agosto. 2 .2013

 

          Soy el resultado del improbable romance entre las estrellas y el fondo del mar y con esa misma improbabilidad se ha desenvuelto la misteriosa vida ante mis ojos. Cada vez con sorpresas de las buenas y de las no tan buenas, con el destino juguetón y en ocasiones tramposo mirándome desde la esquina que todavía no he cruzado. Lo trato de seguir pero casi nunca lo alcanzo, es tan rápido y siempre sabe a donde va, a diferencia de mí.

        Con esta combinación de orígenes mi cabeza vive en las nubes y de vez en cuando piso el suelo y cuando esto sucede, las estrellas enteras iluminan el camino que debo caminar, haciendo lo imposible un regalo envuelto con listones esperando a que estire los brazos, entonces con ojos de niña alargo mis brazos para abrir esos listones y meterme completita en esos escasos regalos, pero eso sí muy sustanciosos, inhalo el aroma de lo nuevo, sin pensar demás, no vaya a ser que se me espante el mágico momento con tanto pensamiento, que a final de cuentas no sirve para nada.

 

         ¿Cómo saber para dónde ir? cuando nací con la brújula descompuesta, el corazón bien ubicado y la cabeza como ya bien dije, en las nubes, es un misterio que apenas estoy haciendo consciente, es como los limones, ¿de dónde vienen? De la semilla, y la semilla de los limones y así podría hacer la misma pregunta una y otra vez sin llegar a ninguna parte.

       He de decir que la vida es un maravilloso chofer, de que te lleva a algún lado te lleva, y así flojita y cooperando me he dejado choferear por ella, en lo que mi cabeza encuentra el momento de espantar las nubes y puedo ver con claridad el paisaje que me rodea, ah, ¡que hermoso es!

        Justo en este momento estoy descubriendo algunas técnicas para ver mejor mi ubicación en el mapa, la receta me la dio mi suegra, que es maestra de hacer su camino pasito a pasito, respirando hondo para no desesperarse, me cuesta mucho trabajo porque las estrellas me enseñan lo lejos que puedo llegar, pero no el principio, el arte de empezar es siempre por el principio, aunque de flojera y el fondo del mar lo hace todo mas lento, profundo y ¿porque no decirlo?- un tanto complicado.

 

          Cada quien venimos de lares diferentes y es de cada quien descubrir sus mas recónditos secretos, las respuestas, algunas aparecerán atrás en la historia y otras en cada paso hacia delante, no demasiado adelante, pero cerquita, porque si corres por ese regalo las nubes se hacen mas gruesas y de nuevo no ves nada.

Ha habido gente prodigiosa que siempre han sabido a dónde ir y siguen y siguen y su camino se abre generoso ante ellos, cuando los miro, solo puedo sonreír desde el alma e intento no compararme con ellos porque me entra la desesperación con mi propio camino.

El segundo consejo es: “Pon tu mente en el camino y se hará corto”. Con estos dos concejos a mis 38 años estoy empezando a vivir de forma mas consciente y así darle dirección al coche de la vida, diluyendo las nubes de mis ojos.

 

            Aunque he de reconocer que haberme dejado choferear por ella ha sido divertido; he tenido queridos amigos, viajes excéntricos, oportunidades únicas y hasta un delicioso amor, pero también he sentido que el mundo se hace nada ante mis pies y llena de desesperación he buscado quitar esas nubes sin resultado, y es entonces, en el silencio de la nada solo queda quedarme quieta y seguir amando, tomar aliento y subirme al ritmo de la vida una vez mas.

 

       Hacerse mujer es entender esta danza y encontrar la cadencia con la cual las estrellas y el fondo del mar pueden coincidir y hacer música, a través de mis ojos, mi tacto, mi olor y darle voz a mi existencia.

  •             Hacerse mujer también es abrir los ojos y mirar lo que fue, como nubes que pasan, atrapando lo que vale la pena en una mirada y seguir adelante.
  • Hacerse mujer es dejar que la vida te acaricie, sensual en la entrepierna y perderte en el universo, sin vergüenza, entera, cachonda y plena.
  • Hacerse mujer es saber que las lágrimas no te hacen menos, que la fuerza, muchas veces viene de ellas, vulnerable y fuerte como lluvia de verano.
  • Hacerse mujer es permitir que el amor de otros te sostenga cuando lo necesitas, aunque sea incómodo, así que respira y sigue amando como me enseñó mi madre, que conoce las estrellas y sus secretos mejor que nadie.
  • Hacerse mujer es saber que nunca falta lo esencial, confiando en la vida, llega lo que hace falta cuando suelto el control, tarea nada fácil.
  • Hacerse mujer es saber que está bien ser quien soy, como soy y sonreír.

 

          Sí ya sé, suena todo muy ideal, pero estas ideas vienen de una larga plática con el pasado con los ojos abiertos y de esos escasos momentos de pies en la tierra donde los secretos salen a la luz del día, después de haber estado guardados por revoluciones y guerras mundiales, salen y con su voz y su música revelan dentro, muy dentro la única verdad que me hace ser quien soy.

        Y como todo, esta historia comenzó con una serie de historias de amor, que son las que nos traen a la vida, desenvolviendo sucesos como se desenrolla un tapete de pasillo tan largo que nunca se le ve el final, o por lo pronto no.